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5 de septiembre de 2008

Astérix, el galo: totalmente un cómic animado

De la primera adaptación a la pantalla de la obra magna de Goscinny y Uderzo puede decirse una cosa segura: fidelidad. En su hora y pico de duración se adapta el primer álbum de la serie de aventuras del pequeño y astuto galo con un respeto absoluto a la historieta original, prácticamente sin variaciones de guión y con un dibujo que calca el espejo de papel en el que se mira. Hecho que, tras su segunda aventura, Astérix y Cleopatra, no volverá a ocurrir, recurriendo a la condensación de álbumes en un mismo hilo narrativo (La sorpresa del César), la creación de nuevas aventuras (Las doce pruebas de Astérix), o el despropósito conceptual de su traslación a imagen real, solo resaltable la asombrosa identificación del actor Gerard Depardieu con el personaje y físico del buenazo de Obélix, pareciendo que ha saltado directamente de las viñetas.
Dirigida por Ray Goznes en 1967 en un estudio de animación de Bruselas (del que no recuerdo el nombre), y a pesar de hacerse sin la colaboración implícita de René Goscinny y Albert Uderzo, los creadores del comic original, Astérix el galo mantiene la intención de ser altamente fiel al material original con todo lo que ello implica. Por supuesto, Bruselas no era los estudios Disney, y si por esta época los estadounidenses habían alcanzado un nivel de calidad y excelencia que no volverían a alcanzar jamás, la animación de Astérix es en comparación algo tosca y simplista. No en vano, en origen se trató de un producto televisivo que según avanzaba en la producción vieron las posibilidades que ofrecía su estreno en cines, y de ahí sus medios no demasiado boyantes. Cierto es que va muy bien con el tipo de aventura, y que así tenemos ya en mente, y que hay que tener en cuenta época, medios y estilo, pero en un análisis objetivo desprovisto de nostalgia comiquera se pueden comprobar las carencias en las técnicas empleadas.
Y es este quizá el único agujero que hace mella en esta pequeña joyita de la animación europea, ya que respecto a todo lo demás mantiene bien firme su vigencia y su poder de fascinación a niños y adultos seguidores del las aventuras galas en las páginas originales. Una historia y un guión que no toma a los niños por tontos y que sabe mantener un interés casi constante por saber que les va a acontecer a nuestros amigos irreductibles es la principal baza de una cinta que poco a envejecido con respecto a muchos productos mucho más modernos en su factura, o la sobresaturación de animación por ordenador que de un tiempo a esta parte invade nuestras pantallas, solo pendientes de la excelencia técnica y ajenas a lo que realmente hace inmortal este tipo de obras: la historia que cuentan.
El argumento, sobradamente conocido, versa cuando en el año 50 a.C. una aldea gala se resiste a la guerra invasiva de Julio César, rodeada de campamentos romanos, gracias a la poción mágica que les prepara su druida y que les otorga habilidades y fuerza sobrehumanos. Una ofensiva romana para averiguar el secreto de su fuerza culmina con la captura de Panoramix, el druida de la aldea, y con Astérix dejándose capturar para liberarlo. Los romanos sabrán entonces el verdadero significado de la resistencia gala.
Con una trama, al igual que en el comic, eminentemente iniciática y algo sujeta a las convenciones que esta contingencia requiere (la presentación de personajes), es curioso como en esta aventura Obélix tiene un papel prácticamente secundario (tanto en el film como en el cómic original), y se obvian otros personajes. El resto, como Aseranceturix el Bardo, o el jefe de la aldea Abraracurcix, están practicamente definidos, pero no definitivos (no lo estaban en el comic), que paulatinamente irán tomando su importancia en posteriores entregas.
Aventuras y humor se dan la mano sin dejar de resplandecer unos toques de épica, a pesar de las bromas y gangs visuales que han marcado época. Cierto es que se pierden, como ocurrirá con el resto de entregas cinematográficas animadas de las aventuras del dicharachero galo, ciertos guiños históricos y bromas de doble fondo críticas con determinados aspectos de la vida moderna y que enriquecen el conjunto final en sus páginas, con cameos de personalidades célebres del momento, siendo mucho más virtuosa su representación por el lápiz de Uderzo según avanza en los álbumes.
Una mención especial para la música, obra de Gérard Calvi, donde se incluye el tema de Astérix, aquel que aparece durante la presentación y que el propio personaje tararea en alguna ocasión durante el metraje, y que solo se volverá a repetir en la siguiente aventura de los galos, Astérix y Cleopatra. Amen de alguna canción más, es en la segunda aventura donde se lucirá más el compositor francés, ya que en el segundo titulo, destinado ya directamente para cine, hay más canciones y más elaboradas, emulando la tradición Disney de convertir sus cintas casi en musicales (y eso que el comic original fue una respuesta mordaz a la cursilería del creador de Mickey Mouse, según sus propios autores).
En el doblaje, nota curiosa es que en su versión inglesa, el shakesperiano actor Brian Blessed (vinculado al mundo romano desde su encarnación de Augusto en la serie Yo, Claudio), presta su voz al líder romano Caius Bonnus, ambicioso pretor romano que desea para sí la gloría de la poción mágica para su más desmedida pasión por Roma. En su versión en castellano, clásicos del doblaje patrio como son Miguel Ángel Valdivieso (voz habitual en las primeras obras de Woody Allen, o de Jerry Lewis y Mickey Rooney, o el difícilmente soportable robot Johnny 5 de Cortocircuito), Vicens Manuel Doménech o Joaquín Díaz (voz de Bilbo Bolsón en la reciente trilogía de El Señor de los Anillos).
Una película que a los niños absorberá y probablemente los incite a seguir sus aventuras en las viñetas (de las que disponen de más de 30 álbumes, y con visos de seguir aumentando a pesar de la longevidad de su dibujante, Uderzo, con 82 años, y la desaparición de su guionista original, Goscinny, en 1977), y que a los mayores no decepcionará, y menos a los que pertenecemos a esa generación que creció disfrutando de sus aventuras y que nos volvimos irreductibles, ahora y siempre, al invasor.

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