REVISTA DE CINE, EN TODO SU ESPLENDOR, EN GRANDIOSO CINEMASCOPE Y SONIDO DE ALTA FIDELIDAD

18 de febrero de 2009

Valkiria, la fría precisión del suspense más meticuloso

Lo que a punto estuvo de ser, pero no fue, es lo que ha escogido Brian Synger en su regreso al celuloide tras la fallida Superman returns, como alegoría de lo que precisamente pasó con la nueva aventura del hombre de acero. Dejando mordaces apologías a un lado, de nuevo tenemos al Synger de precisión estilística de Sospechosos habituales (dejando a un lado las dos primeras entregas de X-Men, posiblemente las mejores películas de súper héroes, pero de aromas diferentes a la que nos ocupa), con la que no en vano comparte guionista, Christopher McQuarrie, autor de un libreto que pone de manifiesto toda la maquinaria que se puso efectiva en el último atentado a Hitler en Julio de 1944, y todo lo que alrededor se cocía, en esta Valkiria.
La cinta, no exenta de problemas de rodaje en Berlín (donde finalmente pudo rodar en casi todas las localizaciones reales de los acontecimientos, a pesar de contar con Cruise en la producción, mal visto al ser la Cienciología considerada secta en el país germano), e incluso en su edición final (problemas con el montaje, escenas que se tuvieron que rodar de nuevo, etc.), retrata impecablemente todo el proceso de puesta en marcha de uno de los atentados contra Hitler más sonados, por lo cerca que estuvieron de lograr su objetivo, y por que venía de las filas interinas del ejercito alemán, concienciados de hacía donde estaba el dictador conduciendo a su amada Alemania. Toda una conjura que finalmente no pudo ser culminada (no es destripe, es solo historia, y en este caso, popular), y cuyos perdedores se jugaron la vida en una apuesta desesperada en Julio de 1944. De este curioso hecho existen varias versiones, como la producción alemana de 1955, titulada Sucedió el 20 de Julio, y dirigida por Georg Wilhelm Pabst, o la realizada para la televisión alemana llamada Operación Valkiria, de 2004, de marcado tono documental (y nada desdeñable a pesar de no contar con la espectacularidad de la versión americana), y con Sebastian Koch en el papel del coronel alemán con el rostro de Tom Cruise en la película que nos ocupa.
El milimétrico guión de McQuarrie desgrana con fría precisión todos los pormenores del complot, sin profundizar en las motivaciones de los protagonistas; simplemente entra en harina desde pocos minutos después de comenzar (tras la única escena realmente bélica del film), en una radiografía que dispone en pantalla unos hechos verídicos, que aún pecando de algunas licencias tomadas en beneficio de la espectacularidad cinematográfica (la inspiración del plan a llevar a cabo mientras escuchaba La Cabalgata de las Valkirias de Wagner durante un bombardeo, o la forma de avisar Cruise a un posible conspirador alojando su ojo de cristal en la bebida de este), es más real en cuanto más extraño parece lo que se muestra en pantalla (y que no rebelaremos aquí, como cierto aparente exceso de entrega del ayudante del personaje de Cruise al final de la historia). La documentación de McQuarrie es encomiable, pero lo es más aún como ha sabido aunar ese rigor del hecho histórico en sí con todo un ejercicio de suspense y tensión que domina toda la historia, hasta que en su momento álgido se apodera de toda la sala de proyección. No busca hacer un retrato psicológico de los personajes (algunos parecen estar ahí por que sí, sin presentarnos sus motivaciones, solo sabemos lo que creen que deben hacer), sino del momento, de la decisión tomado y su ejecución. Es un detallado entramado de acciones que sincronizan con la mecánica de un cronómetro, y que paso tras paso, involucran al espectador como cómplice de un atentado en el que nada puede fallar, y seducidos por la meticulosidad y la entrega de los partícipes, no podemos aceptar, como ellos al final de todo el evento, el fracaso de tamaña empresa, tan cerca de la consecución final.
La dirección de Synger, al igual que en su común Sospechosos habituales, va de la mano del excelente guión de McQuarrie, rodando con la frialdad que pide el nivel de detalle de la situación, acentuando los miedos y los temores de los implicados, y dejando fluir la recreación tal y como podría haber sido. Con algún que otro hueco en el fluir de la trama, victima más bien de un azaroso proceso de montaje final (y que probablemente solventará el bienhallado DVD y su edición especial), la historia no defrauda y da lo que ofrece, con solvencia y satisfacción para el espectador interesado en este tipo de historias. Cierto es que se hará más disfrutable para el avezado espectador con ciertos conocimientos previos del asunto, contexto histórico y demás (no abundan algunas explicaciones concretas que no habrían sido baladí), y que cierta confusión puede despistar al profano en la II Guerra Mundial y los pormenores de sus últimos coletazos. Pero bien es cierto, que dejando de lado el afán por conocer en breves segundos lo que libros de historia llevan intentando desgranar años, nos encontraremos con una cinta de suspense que cumple con su cometido, y que nos picará el gusanillo por saber más. Y ya con eso estaría conseguida gran parte de la intención de los realizadores.
La falta de profundidad psicológica no esta reñida con la solvencia del elenco protagonista, que hace más creíble la representación gracias a su buena presencia en pantalla. Tom Cruise es el principal protagonista como el coronel Claus von Stauffenberg, mano ejecutora (ironías del destino, no manteniendo él ni una mano completa en su anatomía) del atentado, y lejos de lo que pudiera parecer, no luciéndose con planos propios y prestados de manera superflua, si no jugando en su campo y las pelotas que le tocan lidiar, encarnando a un Stauffenberg sorprendentemente parecido físicamente al personaje real, pudiendo leer en su ojo sano la determinación del tullido oficial alemán (manco de la mano derecha, tuerto y media mano izquierda ausente debido a un ataque de la aviación inglesa durante su estancia en África, justo antes de regresar a Alemania). Queda aquí el sustrato de sus actuaciones más reseñables (Nacido el cuatro de Julio, de Oliver Stone, o Eyes Wide Shut, de Kubrick), apartado de sus papeles estrella y realizando un retrato convincente. Detalles como su obstinación a vestirse solo y abrocharse los botones de la camisa con el muñón, o como prepara las bombas que habrían de liberar a Alemania de Hitler, dan pinceladas del carácter de un tipo complejo y con las cosas claras, a pesar de su confusión interior al estar convencido de hacer algo que en realidad es una traición a un juramento dado. No se profundiza, en efecto, pero se nos ofrece lo indispensable para su identificación sin caer en el exceso de metraje, y sí en la economía exacta que no desequilibra la balanza.
Los demás, un elenco que como decía, cumplen con solvencia y dejan en la memoria unos personajes al límite en una época muy complicada. Kenneth Branagh es uno de los principales conspiradores, el que se lanza a reclutar al personaje de Cruise, y que no solo intenta acabar con Hitler con una caja de botellas de Cointreau llena de explosivos que ha de explotar en pleno vuelo del führer, y no lo hace, sino que tiene el arrojo de ir a recoger dicha caja a las oficinas centrales del Reich, y salir con ella bajo el brazo como si nada. Su impotencia se ve reflejada en muchas de sus actitudes, y finalmente será consecuente con sus decisiones, a pesar de ser el personaje que más sufre ese agujero narrativo, ya que reaparece al final de la película sin saber muy bien por qué hizo mutis en un determinado momento. La presencia de Terence Stamp da prestancia a otro de los generales conspiradores, aparentemente fuera de servicio, duro e icónico como la figura representativa que ha de ser, y cuyo final será igualmente ejemplizante. Eddie Izzard pone su inquietante presencia al servicio de un oficial de comunicaciones tutibeante al principio, que verá como su acción es decisiva en el plan, y que pondrá la nota de tensión por lo particular de su papel en el entramado. El dueto de generales del estado mayor formado por Bill Nighy y Tom Wilkinson, conspirador cobarde el primero y soberbio interesado el segundo, ofrecen varias caras del estado mayor alemán que permiten comprender el papel de cada personaje verídico en la trama, especialmente interesantes los vaivenes y opacidad del personaje de Wilkinson, ya de por sí turbio en la mayoría de sus papeles.
Nota especial para Carice van Houten, que tras El Libro Negro de Verhoeven, parece haberle cogido gusto a la Europa de los años cuarenta. Como esposa del personaje de Tom Cruise, su papel no resulta muy profundo, pero solo su belleza y contrición justifican su aparición, aunque fuera casi anecdótica. Así como el papel de Thomas Kretschmann, aficionado esta vez a los papeles de oficial nazi con fisuras morales, como ya demostró en El Pianista de Polanski, aquí como oficial al mando de las tropas urbanas de emergencia, que representa verazmente la confusión de la situación en la que deriva el atentado durante sus horas posteriores.
Añadir respecto al trabajo actoral la labor casi anecdótica de los interpretes que encarnan a personajes cruciales del momento histórico (el propio Hitler, Gebbles, Goering o Himmler, todos ellos siniestros ideólogos del III Reich), todos ellos con la presencia necesaria para inquietar a pesar de sus pocos minutos en pantalla, como David Bamber, Cicerón en la televisiva serie Roma, en la piel del dictador nazi de pequeño bigote cuadrado.
Aún a pesar de sufrir la lacra de que prácticamente todo espectador sabe como va a terminar la cinta, esta mantiene un interés que se acrecienta a lo largo de todo el metraje, con escenas memorables como los títulos de crédito en que aparece el juramente de fidelidad a Hitler en los clamores de un mitin en imágenes tomadas de archivo, o el saludo nazi de Stauffenberg con el muñón en alto con un estremecedor grito de Hail, Hitler. Un conjunto que tiene como resultado una película no solo educativa y esclarecedora de un hecho histórico concreto, poniendo de manifiesto que no todos los alemanes estaban de acuerdo con Hitler (de hecho, muchos más que los que sí lo estaban), sino que además resulta una efectiva cinta de entretenimiento con un suspense bien mantenido y una elaboración más que correcta.