
La mal llamada Viaje a Darjeeling (su título original es The Darjeeling Limited, el nombre del tren donde realizan el viaje iniciático y donde transcurre casi toda la película, no un lugar donde llegar), es posiblemente la mejor película hasta el momento de Wes Anderson, director de los pocos actuales con un estilo realmente propio y reconocible con solo un par de escenas (en este aspecto, solo comparable a Tim Burton o Michael Bay, por citar a un par, sin entrar en calidades cinematográficas, sino simplemente reconocibles visualmente), tras las muy estimables Life

Cabe reseñar el cortometraje que Anderson rodó a modo de prólogo del Viaje a Darjeeling, Hotel Chevalier, donde descubrimos algo que luego será importantemente significativo para el personaje de Jason Schwartzman, que fue proyectado en los cines antes de la película, y que por supuesto está incluido en el DVD. Con el principal y lamentable reclamo publicitario del desnudo del volátil personaje encarnado por Natalie Portman (algo falso, según podréis comprobar), mantiene el irónico estilo patente de Anderson y efectúa una bonita entradilla estilosa a esta historia, si bien no resulta imprescindible para la comprensión total de la película (lo ocurrido en él es narrado en una conversación entre los tres hermanos, y queda más o menos claro en lo que refiere al desarrollo argumental).
Siguiendo en sus trece de familias disfuncionales pero peculiares de sus anteriores cintas, Anderson baila en la que nos ocupa entre la comedia y drama, pasando por la cotidianidad más costumbrista, como en un río donde cada recodo o rápido está ahí por una razón, y constituyen una parte más del camino hasta la desembocadura. Cada hermano con una personalidad definida es el contra punto del otro y el complemento de los demás, marcando


Efectiva en cuanto a historia en un guión que equilibra con un ritmo pausado pero continuo, hay que destacar como utiliza Anderson las herramientas cinematográficas para remarcar las sensaciones, de manera que no resulta posible sustituir ciertos recursos ya insertos en el transcurso por su perfecta idoneidad en el conjunto. Ya sabemos del uso de la cámara lenta de Anderson, que funde a una canción que dispara el valor emocional, normalmente pop de los setenta y similares, y que dice más que un mero adorno para las sensaciones. Aquí, si el viaje se abre con los Kinks y una carrera al tren, cuya canción describe la inercia del personaje de Brody y su estado emocional, el final es orquestado por el mismo grupo, esta vez con un tema más acelerado y poderoso, Powerman, que remarca el resultado y las consecuencias del viaje, de nuevo corriendo para coger el dichoso tren, pero esta vez con un significado distinto, con una evolución emocional patente. Es casi como si la música de los Kinks fueran las palabras que el hermano encarnado por el intérprete de El Pianista no es capaz de expresar con palabras y que definen su estado anímico, haciendose extensivo a sus hermanos a lo largo de la historia. Este uso de la música por parte de Anderson es uno de los aspectos más patentes de su marca de fábrica, y tal vez el que lo hacen valedor de toda una legión de seguidores que catalogan al director como postmoderno, que si bien resulta una definición discutible y carne de debate, si clarifica la unicidad de este autor y su capacidad de plasmar una cierta sensibilidad muy acorde con nuestros días, como buen hijo de su tiempo que es, tiempos en los

El ciclo se cierra con un paralelismo de escenas entre el principio y el final, de ejecuciones reflejas pero significado completamente distinto, y que remarca el clímax y resultado de ese viaje iniciático finalmente satisfactorio, a lo largo y ancho de una India que aparece realista, son sus miserias y bondades, referencia no vana de aquellos viajes espirituales tan frecuentes durante los sesenta y setenta que iniciaron los Beatles, y que la cultura Hippie convirtió en paso ineludible hacia el encuentro de la verdad de la paz y el amor, y que con el tiempo ha pasado a ser un cliché que aprovecha inteligentemente esta cinta vitalista y optimista. Y a pesar de los bandazos que este planeta da en su rotación imparable.