REVISTA DE CINE, EN TODO SU ESPLENDOR, EN GRANDIOSO CINEMASCOPE Y SONIDO DE ALTA FIDELIDAD

22 de abril de 2009

La Niebla, un redondo análisis del miedo

Con solo tres adaptaciones, Frank Darabont se ha convertido en el director y guionista que mejor ha sabido llevar el espíritu de Stephen King al celuloide, dejando a la vez su impronta personal y realizando independientemente un cine de buena factura y mejor calidad. Suyas son la magnífica Cadena perpetua (The Shawshank Redemption, 1994), y la emocionante La Milla Verde (The Green Mile, 1999), adaptaciones de textos de King atípicos, dramas humanos algo lejos de lo que ha hecho célebre al prolífico escritor de Maine. La asignatura del alumno Darabont era lanzarse a los terrores propios de King, y lo ha hecho lanzándose de cabeza y con piruetas del que sabe perfectamente lo que hace.
La Niebla (The Mist) adapta una novela corta de este autor, donde el miedo está más sugerido que mostrado, y donde este radica en el ser humano y sus reacciones más que en el peligro que provoca ese terror. Tras una virulenta tormenta, un pintor de affiches cinematográficos (Thomas Jane, en la que puede ser la mejor actuación de este actor que no ha tenido muchas ocasiones de lucirse) y su hijo se dirigen al pueblo a comprar enseres para reparar una ventana rota y otras huellas dejadas por las inclemencias climatológicas, cuando les sorprende una densa niebla que parece cubrirlo, y lo que es peor, parece engullir y matar a todo aquel que cubre. Refugiándose en el supermercado junto a otros vecinos y gente del pueblo, comprobarán impotentes como no pueden salir y las emociones de todos los refugiados saldrán a flor de piel, como el miedo, la insolidaridad, o la superstición religiosa personificada en la señora Carmody (inquietante y odiosa Marcia Gay Harden), que desestabilizará el equilibrio del miedo anunciando que se trata del fin del mundo anunciado en el Apocalipsis. Hay algo ahí fuera, en la niebla, pero el verdadero peligro reside en ellos mismos.
Con un espíritu homenaje a la clásicas películas de ciencia-ficción de los años cincuenta, con el miedo y la paranoia como telón de fondo frente a un hecho inexplicable, el director realiza un ejercicio sobrio pero efectivo al mostrar esa evolución de unos personajes encerrados en un entorno tan práctico (un supermercado lleno de víveres y posibles herramientas), como claustrofóbico (no dejan de ser unas treinta o cuarenta personas en no muchos metros cuadrados), donde veremos muchos tipos de reacciones frente a un riesgo poco definido e inesperado, desde la soberbia del vecino del protagonista, que subestima el peligro y se enfrenta inconscientemente a él, la ignorancia y desprecio al peligro de varios empleados del supermercado, la prudencia de uno de los empleados (un excelente Toby Jones), y el miedo en general de unos personajes que no saben muy bien ni lo que pasa, y eso les paraliza o lleva a tomar decisiones absurdas.
Este terror psicológico se vuelve más tangible (y menos misterioso, claro), cuando se muestra el verdadero peligro que se esconde en la niebla, una especie de monstruos insectoides que devoran a todo aquel que se les acerca. Siendo estos lo que al principio hacen flaquear un tanto la cinta mostrándose claramente, y notándose un poco su factura infográfica, pronto son solo la excusa del terror y dan pábulo a varias situaciones típicas del cine de monstruos que animan el metraje y nos dejan una serie de escenas gore que contentarán a los amantes de este tipo de terror, y aumentarán el miedo del espectador en general. Aquí vuelve a respirarse la atmosfera a serie B cincuentera, con esas criaturas inverosímiles que a todos devoran. Deriva la historia por el cauce del terror de supervivencia (tipo Alien y demás), mientras se desata la locura humana provocada por la fanática señora Carmody.
Esta, con una convincente actuación de Marcia Gay Harden que sabe hacerse lo más desagradable posible, maneja el miedo a su antojo, aumentando su grupo de adeptos con el paso del tiempo y la mella del miedo entre los refugiados como una líder incuestionable sin un ápice de compasión cual religioso propio de la Inquisición medieval, y personificando el verdadero peligro de la situación. Aunque en algunos aspectos resultan algo toscos sus argumentos y exageradas sus convicciones y proclamas, logra provocar lo que se propone y desestabilizar las posibilidades de supervivencia de los encerrados.
Se le opondrán el grupo liderado por Thomas Jane, protector de su hijo a toda costa y portavoz del, aparente, sentido común en esa situación tan desesperada, Laurie Holden como una maestra de primaria de similar razonamiento y blanco de muchas de las iras de la fanática Harden, y Toby Jones como un singular dependiente, carismático a pesar de no parecerlo al principio, y con algún secreto por descubrir. No faltan algunos miembros del ejército a los que culpar por la paranoia desatada, en otro guiño a ese cine de serie B de la década de los cincuenta.
Ciertamente son muchos los guiños al cine de terror en general que enriquecen una cinta como esta, como los carteles que aparecen al principio en el estudio del pintor encarnado por Jane (se pueden ver carteles de La Cosa, película de John Carpenter, que también dirigió otra película de terror de mismo nombre, La Niebla, aunque de argumento divergente, o ilustraciones de historias de Stephen King, como el pistolero de La Torre Oscura), la encerrona en el supermercado (como en el centro comercial de El Amanecer de los Muertos, de George Romero), o la escena cuando salen a la farmacia y contemplan la devastación provocada por las criaturas entre los que no lograron sobrevivir (completamente Aliens, incluyendo cierta peculiaridad de la gestación de los monstruos).
El definitivo homenaje al cine de serie B de temática similar de la década que más dio a este cine, la de los cincuenta y parte de los sesenta, parte de la intención inicial del director de rodarla en blanco y negro, donde los monstruos no “cantarían” tanto, la tensión psicológica seria mayor, y la niebla y claustrofobia lucirían mas intensamente. Por imposiciones de la productora no pudo ser, pero podemos disfrutar en DVD de esta versión, que no se limita a desaturar los colores, ya que conlleva un tratamiento diferente de la imagen, aumentando los contrastes y variando las densidades de la niebla y la sugerencia.
Al margen de las razones de la aparición de la niebla y sus siniestros habitantes, sugeridas por unas declaraciones de los militares encerrados con los protagonistas, resulta muy hábil como evoluciona la sensación que transmite cada situación, desde el miedo inicial a la incomprensión de la situación, el egoísmo de la supervivencia (como todo el mundo rechaza ayudar a una madre que ha dejado solos a sus hijos pequeños en casa, y sale ella sola a enfrentarse a la niebla reprochando la cobardía a todos), el terror más físico al enfrentarse de plano con las criaturas y ver la devastación que son capaces de provocar, el manejo del miedo conducido por la sin razón y la intolerancia más virulenta de la mano de la señora Carmody, y finalmente la desolación de la evidencia que inunda el final de la cinta (acompañado de la inquietante música de Lisa Gerrard y su grupo Dead Can Dance, con el tema The Host of Seraphim), cuando los protagonistas comprueban que realmente los que están fuera de lugar son ellos, que el mundo ya no pertenece al ser humano y que pueden considerarse una especie en extinción frente a una nueva que no solo les supera, sino que suponen un cambio climático invasivo y perturbador, como es la espesa niebla imperante, que provoca un cambio radical en el status quo de la tierra. Aquí es donde el discurso se vuelve más efectivo y absolutamente desesperanzador, cuando se hace patente que no solo estaban encerrados en el supermercado, sino que la salvación no es posible porque no existe tal salvación.
Con un ritmo tenso, pero no acelerado y sin pausa para el respiro, Frank Darabont aborda esta adaptación con soltura, reescribiendo incluso el final de la historia original, con la autorización del propio Stephen King, que declaró en su momento que le gustaba más que su final original, donde nada de lo que aparece en pantalla parece previsto. Siendo como es una producción de Hollywood, sorprende como no espacio para las licencias a la comercialidad (salvando el hecho de la imagen en color), y muchas escenas y reacciones resultan explícitas y brutales tal y como pide el relato, sin caer en las concesiones (no hay siquiera historia de amor, a pesar de haber personajes casi preparados para ello y terreno abonado, cosa que se agradece), y navegando todo el tiempo al servicio de la historia, y de este análisis del miedo que concluye con una única resolución posible y constante de nuestra existencia: nosotros mismos, y nuestras decisiones, somos nuestro peor peligro posible.